La tienda de don
Manuel era la más surtida del pueblo.
Don Manuel vivía
atrás de su tienda, todas las noches la cerraba con tres candados y se iba a su
casa. Una noche, don Manuel y su familia oyeron ruidos que venían de la tienda.
“¿Serán ratas? Mañana pongo trampas”, pensó don Manuel.
Al otro día, cuando abrió la tienda, encontró todo patas para arriba. Aquello
era un verdadero desastre.
La mercancía de los mostradores estaba tirada en el suelo, los sacos de maíz y
frijol despanzurrados, los tomates apachurrados.
Esa noche, don Manuel estuvo muy atento a cualquier
cosa que se oyera.
Ya muy tarde, después de la medianoche, se oyó un ruidero bárbaro.
Don Manuel y su familia fueron a ver qué sucedía en la tienda. Cuando abrieron
la puerta se llevaron una gran sorpresa.
Adentro había un montón de duendes haciendo travesuras. Luchar contra
los duendes era inútil. Lo único que podrían hacer era cambiarse a otra casa.
Don Manuel y su familia empacaron todas sus cosas y las de la tienda. Subieron
los bultos a una carreta y se fueron a buscar otra casa en otro pueblo. Ya iban
en el camino, cuando la esposa de don Manuel se acordó que había dejado la
escoba en la tienda. El más pequeño de sus hijos se ofreció a ir por ella.
“No te preocupes, aquí la traigo”, dijo un duende que llegó corriendo. Y en
seguida se oyeron risitas adentro de la carreta.
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DE: Arturo Ortega (versión escrita). México, SEP-CONAFE 1989.